Teología del Pacto: el aspecto temporal/eterno del Pacto

En el Pacto de Gracia hay tanto una dismensión espiritual, celestial y eterna, así como una terrenal, física y temporal. La mejor forma de comprender el aspecto temporal/eterno del Pacto de Gracia, es por medio de las bendiciones y maldiciones del Pacto. Las bendiciones y maldiciones del Pacto de Gracia pueden dividirse en temporales y eternas.

Bendiciones y maldiciones eternas

Las bendiciones eternas yacen en el ámbito de lo espiritual, tienen que ver con el perdón de los pecados, la justificación, adopción, santificación, etc… Las maldiciones eternas, que también son espirituales, tienen que ver con la condenación por nuestros pecados, el infierno, la ira de Dios, la separación total y eterna de Dios, junto con todo lo que eso implica.

Así que, en el Pacto de Gracia, se prometen cosas más allá de esta vida y más allá del plano terrenal. El Pacto nos dice que todo aquel que crea en el Hijo tendrá garantizadas las bendiciones eternas y quién rehuse creer, las maldiciones eternas. Estas bendiciones y maldiciones, por consiguiente, dependen de una fe y una arrepentimiento que, por naturaleza, son individuales, personales, sobrenaturales y espirituales (que provienen del Espíritu Santo). Pero, del tema soteriológica ya han sido escritos muchos libros, no hablaremos de esto a detalle aquí ni ahora. Como ya hemos dicho, nos enfocaremos mucho más en el otro aspecto del Pacto, en el temporal, externo y terrenal.

Bendiciones y maldiciones temporales

Las bendiciones y maldiciones temporales, prometidas en el Pacto de Gracia, tienen que ver, en el caso de las bendiciones, con bienestar social terrenal, económico, político y cultural; con prosperidad, paz, abundancia, poder y victorias militares, y todo lo que puede estar ligado a estas cosas. Y, en el caso de las maldiciones, es exactamente lo contrario: malestar social, inseguridad, escasez, pobreza, guerras, esclavitud, opresión, persecución, humillación, derrota, etc.

Estas bendiciones y maldiciones están atadas y dependen, no tanto de la fe personal de cada individuo (en contraste con las bendiciones y maldiciones anteriores que si dependen de la fe), sino del cumplimiento corporativo del pueblo de Dios a la ley de Dios. Además, como habremos notado, estas bendiciones y maldiciones no nos hablan del sitio en el que los miembros del pacto terminarán pasando la eternidad, sino con la forma en la que Dios ha decidido tratar con su pueblo por su paso por este mundo.

¿Dónde encontramos fundamento para esto en la Biblia?

En Deuteronomio encontramos estas bendiciones y maldiciones temporales:

«Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir. Jehová derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti. Jehová te enviará su bendición sobre tus graneros, y sobre todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en la tierra que Jehová tu Dios te da». (Deu. 28:1-8)

La lista de bendiciones se extiende hasta el versículo 14 de ese mismo capítulo y, a partir del versículo 15, encontramos las maldiciones temporales del pacto:

«Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán. Maldito serás tú en la ciudad, y maldito en el campo. Maldita tu canasta, y tu artesa de amasar. Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas. Maldito serás en tu entrar, y maldito en tu salir. Y Jehová enviará contra ti la maldición, quebranto y asombro en todo cuanto pusieres mano e hicieres, hasta que seas destruido, y perezcas pronto a causa de la maldad de tus obras por las cuales me habrás dejado. Jehová traerá sobre ti mortandad, hasta que te consuma de la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. Jehová te herirá de tisis, de fiebre, de inflamación y de ardor, con sequía, con calamidad repentina y con añublo; y te perseguirán hasta que perezcas» (Deu. 28:15-22)

La lista de maldiciones se extiende hasta el versículo 68.

En total tenemos 14 versículos de bendiciones y 54 terribles versículos de maldiciones. Pero, de aquí, dos cosas podemos notar: 

1. De las palabras: «si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos» y «si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos» confirmamos que estas bendiciones y maldiciones están atadas al cumplimiento de la ley de Dios. Dios mandaría sus bendiciones si el pueblo vivía en conformidad con su ley, o sus maldiciones si vivia en disconfirmidad.

2. Estas bendiciones y maldiciones son meramente temporales y terrenales. No se dice nada acerca de perdón de pecados o vida eterna, ni tampoco del infierno o condenación tras la muerte. Claro, esto no significa que estas bendiciones y maldiciones no puedan ser figura de las eternas. Sin embargo, en sí, estas bendiciones y maldiciones giran en torno a lo social, económico, político y militar.

Alguien podría pensar que el texto de Deuteronomio 28 no está hablando del pacto sino de la mera ley y sus concecuencias; ese alguien podría disociar mentalmente estas cosas como si la ley y el pacto fuesen cada uno, temas separados. En dado caso necesitamos entender que la ley fue entregada en el contexto del pacto y como parte del este. Observemos como lo expresa Moisés en Deuteornomio 5:

«Jehová nuestro Dios hizo pacto con nosotros en Horeb. No con nuestros padres hizo Jehová este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos. Cara a cara habló Jehová con vosotros en el monte de en medio del fuego. Yo estaba entonces entre Jehová y vosotros, para declararos la palabra de Jehová; porque vosotros tuvisteis temor del fuego, y no subisteis al monte» (Deu. 5:2-5)

Es evidente que Moisés está hablando del momento en el que Dios (en Éxodo 20) dio su ley a su pueblo. Esto queda claro por la mención del monte, el fuego y la mediación de Moisés entre Jehová y el pueblo. Moisés se refiere a aquello diciendo «Dios hizo pacto con nosotros». La ley, entonces, está sumamente relacionada al Pacto. La ley es, particularmente, las condiciones del Pacto, y lo que hemos leído en Deuteronomio 28 son las consecuencias por cumplir o incumplir dichas condiciones.

De hecho, el pueblo fue muy conciente de ello y manifestó estar de acuerdo con el pacto: «Y tomó [Moisés] el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas» (Éx. 24:7-8). De modo que la ley fue entregada en el contexto del pacto y como parte de este. Específicamente fue la condición de las bendiciones y maldiciones temporales del pacto.

Relación entre lo temporal y lo eterno en el Pacto

Los aspectos temporales y eternos no están ligados ni dependen el uno del otro tanto como para que quien goce de las bendiciones temporales vaya a gozar, necesariamente, de las eternas, o quien goce de las eternas, vaya gozar de las temporales. Lo mismo aplica para las maldiciones.

Por ejemplo, una persona podría tener vida eterna pero sufrir bajo las maldiciones temporales. Como fue el caso de Daniel, quien fue salvo pero vivió en el tiempo del exilio Babilonico; un tiempo en el que el pueblo, en términos generales, yacía bajo las maldiciones temporales del pacto. Daniel sufrió este exilio junto con el resto del pueblo aun a pesar de que era salvo. Asimismo, uno podría no ser ni salvo ni regenerado y, aun así, gozar de las bendiciones temporales. Como Absalón en tiempos de David. En aquella época el pueblo gozaba de un tiempo de bendiciones temporales (prosperidad, bienestar, victoria y paz reinaban en Israel), dado que por la regencia de David, el pueblo estuvo, en general, cerca de Dios y de su ley. Absalón disfrutó por un largo tiempo de dichas bendiciones aun a pesar de que, al final, no disfrutó de las eternas.

Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con nosotros? ¿no pertenece todo esto al Antiguo Testamento solamente? ¿Acaso no fue solo cosa de judíos? ¿No ha cambiado todo esto para nosotros, ahora, en el Nuevo Testamento? Bueno, ciertamente hay cosas que han cambiado de una a otra dispensación del pacto, pero en realidad, no existe ningún motivo por el que podamos pensar que Dios ya no procede con su pueblo (con nosotros) bajo las estipulaciones de Deuteronomio 28. Por el contrario, tenemos bastantes evidencias de que Dios todavía envía sus bendiciones y maldiciones temporales a los suyos de acuerdo con la fidelidad de los suyos a su ley. Espero que algunas de estas evidencias puedan mostrarse aunque sea indirectamente al tratar con el resto de los puntos de esta serie.

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